El poeta Julio Eutiquio Sarabia lleva tiempo sorprendiéndonos con cada libro que publica, por lo impecable de su factura y por el dominio que ejerce sobre el lenguaje. Su andadura poética, en algo —o en mucho— deudora de los experimentos que con la prosa llevaron a cabo Lizalde o Deniz entre nosotros, a veces incluso parece proclamar el imperio de lo prosaico, de lo vulgar, de lo cotidiano, para conferirle a la palabra de nuevo la dignidad de un nombramiento o de un hecho primigenio. Pero algo sucede en ese tránsito que Julio Eutiquio siempre sale airoso, y el donaire de sus poemas se percibe a la distancia como se percibe el paso de un caballero elegante y anacrónico, que no comparte las chocanterías ni la estulticia de nuestro tiempo. Había una luna grande en medio del mundo es un libro de poemas que rinde tributo a la mujer y al desamor; en ese sentido, también es un libro de poemas sobre el desencanto, y las diversas maneras de glosarlo. Ecos de López Velarde se escuchan en estos versos: “Los martes proso/ las gardenias de Perote./ No es su blancura la sustancia/ ligera en el cuaderno./ No es su perfume el vacilante/ ritmo de un galápago”. La liberalidad de estas cesuras sólo se alcanza luego de una forma de restricción casi absoluta, cuya solución se encuentra en la ironía y en la continua soledad del amante enfebrecido.
Gabriel Bernal Granados