Los distintos fragmentos —poemas, ensayos, narraciones, aforismos— que conforman este libro, cotejados de manera aislada, proponen un enigma al lector. ¿Hacia dónde se dirige esta masa que gira en torno de un centro oculto o invisible? Hacia una interpretación más o menos somera de la realidad, podríamos contestar en una primera instancia. Con más sosiego y un mayor conocimiento de causa, podríamos añadir que la realidad nunca se presenta sola, sino formando una mancuerna indisoluble con la sensibilidad del individuo que la interpreta. Así pues, en la concepción de esta suma de piezas ordenadas de manera aleatoria, se observa el mismo principio de aquella célebre parábola de Borges, en la que un hombre, sobre una pared, dibuja meticulosamente una silla, un árbol, una montaña; y lo que resulta al final, cuando se aprecia este muro en perspectiva, es el rostro del hombre que ha realizado esta serie de dibujos obedeciendo al dictado de un azar aparente. El universo de Roberto Morris está inmerso en dualidades: lo culto y lo popular, el deseo y el desdén, la voluntad de abarcarlo todo a través del lenguaje y el más rotundo e inexplicable silencio. Así pues, el Rompecabezas no sería solamente una partición sino sobre todo una trayectoria, donde los opuestos se conjugan de manera amorosa o colisionan sin escatimar gestos de angustia o de violencia. Momentos, en suma, que se resuelven a favor de una familiaridad empedernida entre este autor y su lector baudeleriano —su semejante, su hermano.
Gabriel Bernal Granados