Con La mujer de los macacos Alejandro Badillo ensaya una novela beckettiana, donde los detalles ocupan la mirada del voyeur en un afán inerte de captar la realidad en sus diferentes vueltas y matices. Una novela que estudia el movimiento desnudando instantes de magnitud poética: imágenes hechas de palabras, en el mismo sentido en que las alas de una mosca estarían hechas de seda y de las varillas que unen y articulan el tejido. Algo hay en esta retórica que recuerda, entre nosotros, los ejercicios narrativos descoyuntados del último Jesús Gardea: la prosa entendida como un aparato para desmenuzar la realidad y generar, al mismo tiempo, una realidad suprasensible.
Gabriel Bernal Granados