Una de las maneras más efectivas no sólo de pensar sino de historiar una ciudad es imaginándola. Esto es algo que Alberto Chimal conoce de sobra. Las ciudades que él presenta a lo largo de este volumen de cuentos tienen que ver con sueños, obsesiones y organizaciones mentales muy parecidas al comportamiento exacto y caprichoso de una célula. Como el mismo Chimal lo afirma en la “Nota Final” que acompaña a este libro, las ciudades son habitáculos destinados, como la carne de sus habitantes, a perecer. Al escritor le corresponde entonces la noble tarea de fijar una imagen de ellas, a manera de testimonios o constancias de su existencia efímera. Hoy más que nunca esta reflexión narrativa se ha convertido en una realidad atroz para todos nosotros.