Si bien es cierto que significa una posibilidad entre muchas, el cerdo es uno de los espejos más fieles en los que se ha mirado el hombre. Lejos de perseguir un autorretrato, Abel Ibáñez Galván ha buscado una deriva narrativa, fijándose en la liberalidad y en la agudeza del cerdo. Lo ha hecho con tal frescura y desdén por los andamiajes morales de la sociedad de ahora, que ha conseguido el efecto de un calidoscopio. Las piedritas y la luz que pueden admirarse a través de la cola en espiral del cerdo corresponden con un mundo en decadencia, al cual la generación de jóvenes escritores responde con los desplantes de un nihilismo que hasta ahora no había tenido paralelo en nuestra literatura.