En Hojas de hierba, libro que corrige y amplía a lo largo de su vida, Whitman rechaza el metro, la rima, la alineación clásica de los versos, y se aventura a expresar lo no dicho sobre el mundo mediante un lenguaje novedoso, mundano, acorde con la realidad que recrea. Le imparte a su poesía un sentido directo, preciso, por medio de palabras que abarcan diversos sustratos de la lengua (…) e incluye frases banales o comunes sobre la naturaleza, el tiempo, los espacios, las ciudades, los animales y él mismo tal como se ve en el Canto de mí mismo. Dice “soy todo el hombre” y se revela como “turbulento, carnal, sensual”, “No más modesto que inmodesto”. Asimismo rechaza el uso de los vocablos con prestigio literario a fin de crear una poesía vinculada a la experiencia real o, al decir de Merleau-Ponty, un mundo gemelo al de la carne y de la vida.
—ANA ROSA GONZÁLEZ MATUTE
La poesía mundial no tiene nada que poner al lado de “La ultima vez que las lilas florecieron en el huerto” o de ” De la cuna que se mece eternamente” (La respuesta de Whitman a “El cuervo” de Poe) y carece de algo análogo a “Canto de mí mismo”.
—GUY DAVENPORT
Muchas versiones y traducciones se han publicado de la poesía de Walt Whitman, incluidas las célebres de Borges, León Felipe, Francisco Alexander y otros. Ninguna como ésta, por la empatía y el apego que demuestra su traductora para con el espíritu y el texto original whitmanianos. El “Canto de mí mismo” de Ana Rosa González Matute viene a demostrar la vigencia de este poeta —una de las figuras emblemáticas de la cultura norteamericana— y el vigor todavía inagotado de su poesía.